martes, 30 de octubre de 2007

De Gatos y Nieve

El partido ha exterminado a todos los gatos –decía el informativo.

Ilich lo sabía muy bien. Pensaba en cuanto le gustaban estos animales. Ya tenía claro que no se veían gatos en la capital de Escropenia. No hacía falta escucharlo en esta vieja televisión en blanco y negro.

Continúa nevando aquí en Barzarahak...-

-Menos mal que la televisión me tiene informado- pensaba Ilich.

Y en este día, nuestra patria celebra...-

En ese momento apagó el artefacto. Miró el cuarto en el que vivía. Amplio, blanco y limpio. Muebles marrones y verde oscuro. Nada contaminaba el ambiente. Ni los cuadros escapaban de esa imagen sepia, anacrónica y tediosa. A pesar de las dimensiones y las relativas comodidades del cuarto, el seguía angustiado. Fue al baño. Se miró al espejo, y comprobó que era una excusa para dejar su cuarto.

-¡Está mierda en la que vivo! Se horrorizó pensando que alguien podía estar escuchándolo.

Y de hecho, era de ese modo. Pero, a ningún servicio de inteligencia le importaba eso. Sólo se elevaban informes cuando había reuniones de tres o màs personas en una casa. Sonrió al pensar que al menos no era suyo.

-No, pertenece al pueblo.

Y esta vez lo dijo en voz alta y mirando hacia todos lados. Pensaba (erróneamente) que nadie lo estaba vigilando. Hizo la venia militar.

Los gatos, los gatos. Mentirosos. Hipócritas. Además era el mismo partido que había apoyado a Hitler en la segunda guerra. Ahora, claro.. la gente se moría de hambre y me acuerdo hace casi doce o trece.. años. Sí, si. “Agentes de la reacción enfervorizan al gentío y la masa lumpen pidiendo algo de comida en los almacenes del pueblo.” Nunca ningún agente, entonces. Claro, obvio, lógico.. Si, eso. Entonces que la gente se coma los gatos era inevitable. Y el partido se ocupo de eso y la noticia.. No, si ya hay gente que ni se acuerda. Y los que se acuerdan, no les importa.

Se asomó a su biblioteca. Partituras de Bethoveen, Mozart. Libros como “Escropenia ante al mundo”, “Toda la historia de Gerx”, “Gerx y la realidad”, “Historia científica y cultural de Europa”, “Táctica y estrategia del movimiento revolucionario”, “La muerte de la religión ante el materialismo y el positivismo”, “Muerte de la plusvalía y democratización económica”; entre muchos otros. Habría algún que otro libro “occidentalizante” de Russell o Shaw. Tal vez Solyenitzin o hasta García Márquez.

Gerx era protestante. Sí, Gerx era un genio. Pero era creyente. Pero el alguna vez fue creyente y no era menos gerxiano por ello. De hecho, aunque el partido sabía que Gerx era protestante, ¿y tiene eso algo de malo? Era muy simple: su abuelo le había explicado que existían dos clases de personas. Las buenas y las malas. Pero en realidad solo pensaba en su padre, que había muerto dos meses atrás.

-Bueno, he vivido toda mi vida encerrado en estas paredes.

En realidad, había vivido allí màs de quince años cuando el partido “como músico honorable”, se lo había otorgado. Después de lo que llamaron una descompesación emocional, cambiaron las cosas. Y ahora, tenía que trabajar muchas horas màs para poder mantener esto. Algo tan pequeño, que sin embargo, el sabía que era deseado por màs del 90% de la población.

Salió de su casa. Las paredes estaban gastadas y la pintura envejicida. La pared parecía sufrir como un organismo vivo en cada uno de sus ángulos una humedad y un frío intensos. Bajo las descoloridas y derruidas escaleras de madera con mucho cuidado. Crujían cada vez más con el paso del tiempo. Incluso el temía que no resistieran su peso. Estas escaleras le parecía una metáfora del estado de su alma. O quizás eran una parte de ella.

Y cuando salió de su hogar le parecía que hacía mucho frío.

La nieve le impedía ver bien. De hecho, solo veía oscuridad y nieve. Y la soledad se iba haciendo inmensa. Imposible de alcanzar con palabras. Comenzó a caminar. Lo primero que pensó fue en un prostíbulo. Descartó esa posibilidad por falta de dinero. Instantáneamente, recordó a su primera y regordeta novia. ¿Qué había pasado? Pero eso fue hace más de quince años. Segundos más tarde, pensó en dirigirse a un bar a tomar alcochol.

Y ahora, ¿qué? Pensó en las pastillas que conseguía en el mercado negro. Un desvencijado y maltratado consultoria kinesiológico. Encima esos antidepresivos (que nunca conseguía la misma marca o los mismos miligramos) lo hacían más sensible a la bebida.

La cabeza y los recuerdos se le encimaban. No tenía manera o modo de abarcarlos a todos. Su cerebro se iba armando o desarmando como un rompecabezas al pensar en su abuela y su padre muertos recientemente. Como esas aburridas películas que siempre tenían el visto bueno del partido. Mientras tanto, no dejaba de caminar. Una, dos o tres cuadras. En determinado momento perdió la cuenta. Aceleraba el paso de a poco, pero constantemente.

Llegó a la estación de trenes. A veinte cuadras de su casa. Ahora estaba algo más tranquilo y resignado. Pensó que la vida no valía nada. Pero no solo la suya. Y además, nada tenía sentido.

Se dejo caer al piso. La nieve lo iría cubriendo otorgándole paz; o por lo menos, la muerte. A pesar de ser ateo, en ese momento le pidió una señal a Dios.

Un gato pasó a su lado.

Sonrió.

2 comentarios:

Ivana Carina dijo...

Wuaawww!! ¡qué talento!!!
Y dónde estabas??
Tu amigo Bruno me hablo de vos...y se quedó corto! jjejee...
Muy bueno! Me atrapó...
Dalee... animate! Pasaré seguido para deleitarme con tu talento!!
Saludos desde la Patagonia!!!
Ivana.-

Anónimo dijo...

Bueno muchas gracias.
Igual destaco que la gente se ponga a leer mis cosas, me da mucha verguenza.
Ja, encima tiene errores ortográficos y de sintaxis..
Bueno, creo que tengo cosas mejores y se las daré a Nic... digo a Bruno y el las introducirá en el blog.. o no.
Dicen que el y yo nos parecemos. Y que somos dos hermanos irlandeses, pero su apellido es italiano y el mío español.
Saludos desde la capital de la locura.